martes, 28 de julio de 2009

Cubo una vez

Nadie nunca lo supo, ni siquiera una lejana sospecha, el caso es que X nació con forma de cubo, nunca conoció a su madre quien murió al momento del parto por obvias razones, no hablemos de su sentimiento de culpa, y del remordimiento que lo torturó a lo largo de su geométrica existencia
- Si al menos hubiera sido un esferoide!, quizás mi madre aun viviría...
Es difícil imaginarse lo dura que fue la vida para X, desde el momento en que unas caritativas manos lo salvaron de la húmeda frialdad de la escalera para depositarlo en una esquina de la recepción del hospital, si tan solo alguien hubiese posado una mirada de comprensión y amor sobre el, pero no, tan solo periódicos, sobres y floreros, no sentía realmente rechazo, no era feo y sabía que combinaba con los otros muebles, pero la invisibilidad de su condición humana lo mortificaba. Transcurrieron los años, crecía su soledad y su volumen pero aun en su desgracia ayudó a muchos a elevarse sobre los demás, aunque ninguno tuvo siquiera la gentileza de limpiar después las huellas de zapatos. Su existencia transcurrió de rincón en rincón, sus aristas, llenas de escoriaciones, mostraban lo duro de la existencia aun para un hexaedro regular. El nunca entendió por que no conoció el amor, quizás la gente desconfiaba de sus seis caras, si tan solo alguien se hubiese acercado a medirlo y descubrir lo igual de ellas, su perfecto paralelismo en ese sufrido ser sin paralelo, tan solo eso ansió desde el mero centro de su simetría, pero no, llego el final, en la forma de unos malvados niños que lo subieron a un poste, y lo clavaron en el centro de la T que este formaba, nuevo mesías sacrificado. Mas una desconocida quizás el único ser que realmente entendió su razón de existir, colgó sobre el inanimado cubo, un letrerito con una sabia y comprensiva inscripción:
V=b x b x b